Convivencia en la vida cotidiana

El grupo de jóvenes de convivencia en la vida cotidiana, tuvo el sábado 21 de Enero de 2017, uno de sus encuentros, tras lograr cuadrar las variopintas agendas en medio de la enredada vida en Madrid.
El encuentro se realizó en la Comunidad de Siervas de San José de los Olivos, situada en el barrio Lucero de Madrid y se centró en seguir cuidando y dando continuidad a los procesos mediante la formación y lo experiencial.
Esta vez, quisimos centrarnos en revisar nuestra imagen de Dios. Comenzamos por evidenciar todas aquellas imágenes falsas que sin querer se nos imponen, bien por influencia de una religiosidad tradicional o por la de una cultura del bienestar individual y a toda costa que nos anestesia, y que entre otras cosas reprime todo sufrimiento como parte de la vida humana y busca a un Dios aspirina que nos resuelva la vida, que acabe con nuestros dolores y problemas, un Dios de soluciones mágicas, al que además podamos controlar o manipular a nuestro criterio y beneficio, etc.  Tras analizar la multitud de imágenes falsas e identificar aquellas que a diario se nos cuelan a cada una, a menudo sin ser conscientes, a continuación nos paramos a recordar los rasgos de la verdadera imagen de Dios por medio de la persona de Jesús, quien nos muestra el verdadero rostro del Dios cristiano; el del amor compasivo e incondicional, que cuenta con nuestras flaquezas y nos acepta tal cual somos; el Dios de la fragilidad, que se encarna en medio de los últimos y que sufre con los más abandonados; el Dios de la gratuidad, que nos lo da todo sin nada a cambio y que pone el valor de la persona por encima de todo lo demás; el Dios compañero de camino, etc. Por último, con la imagen mejor enfocada, nos lanzamos a realizar cada una nuestro credo particular y comprobamos que cuando se trata de ajustar la relación con Dios, no hay escrito, que no se convierta en poema y este en “poesía verdadera”.
A continuación como solemos hacer, comimos juntas, compartiendo algunas de las especialidades caseras de cada una, o bien mediante la triunfadora tortilla del bar de la esquina. Un rato para las anécdotas, las conversaciones distendidas y para disfrutar de simplemente estar en  lo presente del momento. 
Por la tarde, realizamos a través de una dinámica un breve recorrido simulado por nuestra vida, recorriendo un camino de obstáculos, de luces y sombras, de zonas de riesgo, de círculos viciosos, etc. por medio del cual aterrizamos en el momento actual de cada una en su andadura cotidiana.
Pero todo esto tiene su extra, y es que no queda solo aquí, sino que nos invita a buscar tiempos y espacios para retomar, desmontar, redescubrir, reinventar, sentir el eco de lo vivido, escuchar en el silencio, y estar atentas para el encuentro con el verdadero Jesús de Nazaret.  
Por último, como es costumbre, salimos a tomar algo juntas, pues lo cotidiano es lo que tiene, no acaba un suceso sino es seguido de cualquier otro, y en cualquier hora y lugar por ordinario que sea, se propicia una nueva oportunidad para disfrutar y aprovechar con intensidad la Vida, más aún si se hace en buena sintonía.


No creo en un Dios manipulador.
No creo en un Dios impaciente.
No creo en un Dios pañuelo, de momentos aislados.
No creo en un Dios de intercambios, de chantajes, de trueques.
No creo en un Dios de exigencias, de límites, de condiciones.
No creo en un Dios de medidas, de balanzas o recuentos.
Tampoco en el Dios que te sienta en un sofá mientras Él mismo soluciona tu vida como un genio salido de una lámpara.
No creo en el Dios del trueque de Ave Marías por favorcillos y milagrillos.
No creo en un Dios pasivo, desactualizado, antiguo.
No creo en un Dios cerrado, con fronteras, con prejuicios.
No creo en un Dios que mira hacia otro lado.
No creo en un Dios que abandona y se despreocupa.
No creo en un Dios que castiga.
No creo en un Dios que no acoge en los momentos de frío y de tiniebla.
No creo en un Dios permisivo, al que le parezca bien todo lo que hago, ni en un Dios que me juzgue o me castigue por mis fallos.
Ni en el Dios de los filósofos, un Dios abstracto que se desentiende del hombre y no me conoce personalmente.
No creo en un Dios conformista, ni en un Dios que esté todo el día de risas y celebración, despreocupándose del sufrimiento.
No creo en un Dios que me pueda caber en la cabeza.
Creo en un Dios que se preocupa de lo pequeño.
Creo en un Dios que se deja encontrar.
Creo en un Dios que da libertad.
Creo en un Dios que sorprende.
Creo en un Dios de Vida, de Paz, de Claridad.
Creo en un Dios de Esperanza, Sustento, Paciencia.
Creo en un Dios que acompaña, acoge y abrazo.
Creo en un Dios de entrega, tacto, consuelo.
Creo en un Dios de mejora, humildad, encuentro.
Creo en el Dios que nos crea hermosos, que cada mañana coge un pedacito de Sí Mismo para construirnos unas alas e invitarnos a volar, a entregarnos, a seguirle.
Creo en el Dios que nos recoge cuando nos caemos y nos guía con miguitas de pan cuando nos perdemos.
Creo en un Dios PADRE-MADRE  todopoderoso en el Amor, fuente de mis alegrías, y refugio en mis tristezas.
Creo en Jesús, su palabra y su vida. Y creo que Dios, Jesús y el Espíritu, actúan en mi día a día, a través de rostros y situaciones.
Creo en un Dios que ha sido y es Luz en mi vida, y que me ayuda y anima a ser luz para otros.
El Dios en el que yo creo… ama y perdona sin límite:
Se encarnó en lo más pequeño y frágil de este mundo.
Abraza y acaricia a todos, sobre todo a los más débiles y necesitados.
Se hizo pequeño para que otros se hicieran grandes y visibles.
Alienta en la esperanza y la libertad a los oprimidos y olvidados.
Entrega su vida hasta el final para ser Salvación y Camino.

Para enseñarnos que la última palabra no la tiene la MUERTE sino el AMOR.